3 EN 1, EL SENTIDO
DE LA CANTIDAD
Los atributos de la
inteligencia humana de contar, medir y
pesar hacen el
sentido de la cantidad,
que todos empleamos constantemente, como lo hacemos con los sentidos de ver y
escuchar. Si discernimos también ponderamos; tanto en el pensamiento como en la
comunicación, aunque en ésta igual que de las palabras nos deberíamos valer, con
soltura, de los números En su propio idioma, al hablar nadie dice no poder
hilvanar una frase; en cambio, ante alguna simple operación numérica es
frecuente escuchar diversas excusas, atribuidas al desconocimiento de las
“matemáticas”. Es igual que alguien que canta en karaoke se disculpe por no
saber leer una partitura musical. Así, se magnifica la que podría ser una
pequeña dificultad en la comunicación, porque cada quien, en su fuero interno y
en lo cotidiano utiliza sin problemas su
sentido de la cantidad.
En la
edad de la inocencia y hasta en la adolescencia, cuando aún no se pretende
ocultar o disfrazar la ignorancia, no existe la patética forma de exculparse por
algo que ni siquiera constituye una falta: “no saber matemáticas”. Ocurre que
con lo de esas “matemáticas” se hace la falsa referencia hasta lo más simple que
tenga que ver con cantidades; desconociendo, eso sí, que las matemáticas
determinan propiedades y relaciones cuantitativas entre diferentes cosas
físicas, partiendo de axiomas o premisas y valiéndose de ecuaciones, con el
objeto de encontrar el valor de una o de varias incógnitas. En cambio, en lo
habitual de la comunicación entre personas que no practican las matemáticas,
excepcionalmente se podría aludir a la
regla de tres,
la más sencilla de las ecuaciones; con lo cual, las personas que no desean
intercambiar cuestiones numéricas simples, de tipo aritmético, más lo hacen por
no querer darse un pequeño trabajo de reflexión y, de paso, por exorcizar
demonios de su juventud.
Éstos, por diferentes causas pero sobre todo por
deficiencias en los métodos de enseñanza, crean entre muchas personas un rechazo
a todo lo que tenga relación con las matemáticas; aunque, paradójicamente, como
tenemos el
cerebro organizado para el ordenamiento de lo
que pensamos y transmitimos, nos atrae todo lo que incluye cantidades, y somos
aptos desde muy temprana edad para manejarlas, con preferencia a las palabras
que pueden ser interpretadas de diferente manera o no representan tan
concretamente como lo hace un signo, una cifra o una nota musical. Con gran
certeza, Leibniz expresó que cuando escuchamos música nuestro cerebro está
contando; si eso ocurre con la expresión o apreciación de lo que puede llegar a
ser de las obras más elevadas del espíritu humano, es natural que
contar, medir y pesar
sean algo
esencial en todos los momentos y circunstancias de nuestra existencia.
“No saber matemáticas” no tiene nada que ver con el
manejo de cantidades en los juegos de mesa, de patio o computadora; en fijar
fechas y plazos; en comprar y vender; en formular o usar recetas de cocina; en
dibujar o escribir un poema; en conocer los pasos de un baile o las reglas de un
rito, en calcular cuánto avanzamos y cuánto nos falta; en medir nuestro peso y
estatura; en consultar precios o resultados de encuestas… Sabemos más de
cantidades y de sus implicaciones de lo que nos damos cuenta, medimos,
comparamos, distribuimos, relacionamos, verificamos, ubicamos, hacemos
operaciones mentales. Cuando en lo verbal o escrito nos valemos de números,
captamos la atención porque al especificar mejor y hacemos comprender más
fácilmente, estamos mostrando orden y conocimiento: “Te voy a decir una cosa…”,
“Las dos principales son…”, “Se conoce
tres
argumentos…”, “Hay cuatro normas...”.
Por eso, vale la pena no desperdiciar una facultad
que nos permite conocer y comprender
la Naturaleza, pensar, transmitir y compartir con nuestros
semejantes.
Carlos Calvimontes Rojas
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urbtecto@gmail.com